I don't believe [Abel Bentín]
Yo no creo en la viabilidad de una sociedad organizada en términos de productividad y rentabilidad, no creo en la libertad de la economía de mercado, ni en las buenas intenciones exentas de responsabilidad. Tampoco creo que resulten inesperados los recientes y crecientes síntomas de incredulidad frente al sistema hegemónico imperante. Protestas y movilizaciones en el sur, paros y ocupaciones en el norte. ¿Vendrán tiempos de cambios estructurales o son sólo efervescencias coyunturales despolitizadas? ¿Estarán el éxito y el fracaso condenados a ser siempre parte de la misma historia?
Este 20 de marzo se inauguró la segunda exposición individual del joven artista Abel Bentín titulada “I don’t believe” (Yo no creo), ubicada en la sala de proyectos especiales de la galería Lucía de la Puente. En estos tiempos en que la fe ciega en el sistema tambalea, ¿qué es aquello en lo que Bentín ha dejado de creer? Para saberlo, indaguemos un poco en los trabajos presentados en su exposición.
Antes de ingresar a la sala, nos encontramos con cinco grandes cráneos dorados que están colocados unos sobre otros conformando una sola pieza vertical, la cual adquiere una dimensión casi totémica (Grand finale). Un breve texto en la pared nos habla sobre la posibilidad de cuestionar ciertos mitos en relación al éxito y otros ideales mitificados de la cultura contemporánea. Una vez en el interior, vemos el suelo cubierto de grass artificial y las paredes pintadas de celeste, hay una apariencia de jardín infantil. Varias esculturas en fibra de vidrio y cerámica ocupan el espacio. La cabeza reluciente de un ciervo cuelga cual trofeo de caza en una pared, sus cuernos plateados se asemejan a una corona cargada de diamantes. Esta pieza, titulada Pride (Orgullo) es quizá la más interesante de la muestra ya que es la que reflexiona con mayor claridad sobre idealización consumista de la adquisición competitiva de la riqueza.
Un cisne blanco sobredimensionado cuelga de otra pared, un diamante incrustado y un líquido oscuro en una de sus alas parecen indicar que se encuentra muerto o herido. A su costado, el cráneo caricaturizado de un ave descansa sobre un podio. Belleza, atracción, dolor y muerte. En el centro de la sala encontramos I don’t believe in miracles (No creo en milagros), una obra conformada por tres manos de cerámica similares a las de Micky Mouse. Cada una de ellas se encuentra sosteniendo un diamante. Hay algo en la postura de esas manos que les da un carácter solemne casi religioso.
Todas las piezas han sido realizadas con un acabado impecable. Existe en la sala una atmósfera sugerente cargada de cierta oscuridad, tensión y violencia. La estética de las figuras se encuentra influenciada por los referentes habituales del artista, aunque esta vez es más evidente la apropiación de la estética clásica de las películas de Walt Disney. El resto de obras continúa en la misma línea, aunque su fuerza discursiva es desigual. Son objetos escultóricos de grandes dimensiones con una factura casi industrial que aluden a un mundo infantil de inocencia e ingenuidad, haciendo constantes referencias a la cultura de masas y generando tensiones entre las pulsiones de vida y muerte.
Con esta exposición, Bentín logra marcar una diferencia en relación a su trabajo anterior, ya que complejiza el contenido de su obra, la cual antes parecía tener una mirada bastante más inocente. Sin embargo, pudo ser más agudo y abordar el tema con mayor profundidad. No es la primera vez que en el arte contemporáneo se presentan obras que ironizan sobre el orden económico y sociosimbólico en el cual ellas mismas se encuentran inmersas. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿Cuánto hay de cuestionamiento significativo y cuánto de extremo cinismo? Creo que se trata de una paradoja típica de nuestros tiempos, y en estos casos la ironía puede ser un arma de doble filo. Nuestra capacidad de ironizar sobre nuestra propia ideología no solo no evita que ella finalmente sobreviva, sino que además, la ironía nos provee de un falso sentimiento de superación (al hablar de ideología me refiero al conjunto de ideas hegemónicas que caracterizan la manera en que acontecen nuestros pensamientos y acciones, tanto a nivel individual como colectivo). Es por eso que la ironía le puede servir de estrategia a ese cinismo que Ubilluz ubica en la base misma del sistema individualista contemporáneo. Para él, el cínico es aquel quien critica las leyes del sistema pero al mismo tiempo las obedece[1]. Esta paradoja es una de las principales fortalezas del sistema capitalista, y se ampara en la fantasía de la libertad liberal, en la que las posibilidades de toma de decisión están restringidas por las alternativas determinadas por la lógica del mercado. Es así que, en “I don’t believe” de Bentín, la ideología, a pesar de todo y como de costumbre, sobrevive.
En esta exposición, Bentín se ha planteado nuevas interrogantes que han enriquecido su trabajo, aunque se encuentran aún en el inicio de su desarrollo. Hay algunas obras bien resueltas, pero también hay otras que resultan redundantes y parecen pertenecer a una etapa anterior del artista, dificultando la lectura de la muestra en su conjunto.
Finalmente, recomiendo que al visitar la exposición no salgan sin antes haberse preguntado qué es aquello en lo que ustedes mismos han dejado de creer.
[1] UBILLUZ, Juan Carlos; “Nuevos súbditos. Cinismo y perversión en la sociedad contemporánea”.
Lugar: Galería Lucía de la Puente, Sáenz Peña 206, BarrancoFechas: del 21 de marzo al 17 de abril
Horarios: Lun-Vie 11am. a 8pm - Sáb. 11am. a 7pm.
---------------------------------------
Stefania Polo.