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Oxidación/reducción [David Zink Yi]

Publicado: 2012-04-16

Aprendida la lección tras mi mala experiencia con la charla inaugural del Coloquio Internacional de la Bienal de Fotografía en el MALI a finales de marzo, en la que a pesar de mi media hora de previsión, tuve que seguir la presentación del artista catalán Joan Fontcuberta a través de una pantalla fuera del auditorio (cual final de mundial de fútbol), decidí llegar temprano a la inauguración de David Zink Yi (Lima, 1973; vive y trabaja en Berlín) en el mismo museo. No fue tan dramática la cosa en esta ocasión. Al contrario, como el vigilante no quiso dejarme pasar antes de la hora oficial de inauguración, tuve al menos unos diez minutos para ver la exposición desde lejos, a través de los ventanales que tiene la sala. Tiempo suficiente para especular.

Se alcanzaba a oír –apenas– una sirena que mantenía una nota aguda constante. En la pared del fondo, un marco de metro y medio o dos de ancho soportaba una imagen de una especie de estructuras diamantescas sobre fondo negro. No llegaba a ver lo que había en el suelo, pero un grupo reducido de personas dentro de la sala parecía mirar hacia abajo con cautela. Sus caras de curiosidad estaban matizadas con cierto repelús. Desde mi punto de vista, podía adivinar el extremo de algo deforme, irregular, mucoso, oscuro, brillante. Puedo afirmar que había un proyector de películas analógico en un extremo de la sala, pero la imagen me la tapaba una columna. ¿Era acaso la documentación de un proceso filmado en película? Uno en el que parecía estar involucrada algún tipo de maquinaria industrial que marcada la tónica de la exposición con esa sirena constante. ¿Algo relacionado con unas estructuras moleculares vistas por un microscopio? No creía que fueran diamantes. ¿Alquimia? ¿Y los restos viscosos en el suelo? ¿Petróleo? (¿Cerdos y diamantes?) ¿Un discurso sobre la elaboración y/o transformación de los materiales y los perjudiciales desperdicios generados? Quizás eso tenía más sentido. Aunque, ¿tenía que tener sentido?

Marcadas las ocho en punto, fui uno de los primeros en entrar en la sala. Una vez dentro, toda mi elucubración se desmoronó. Para empezar, lo que había en el suelo era un gigantesco calamar gigante (perdónenme la redundancia, pero el tamaño la amerita) de cerámica rodeado de lo que vendría a ser su tinta negra. Lo que me habían parecido cristales –en cuya serie de fotos habían dos más, de muy similar composición, en las paredes que no veía desde fuera– resultaron no ser más que las ramas de un árbol misteriosamente iluminado por la noche. Y la película, que al fin vi, me reveló el origen de la sirena: por supuesto, ¡no era una sirena! sino un trompetista intentando sostener una nota por el mayor tiempo posible. La campana de la trompeta en plano frontal cubría la cara del músico durante los 30-40 segundos que éste soplaba y, al bajarla, descubría su cara roja, hinchada y de ojos llorosos. De alguna manera, desde este nuevo ángulo, me sonó más fuerte el sonido de su angustiosa inhalación que el de la propia trompeta.

Quedé bastante intrigado por la conexión entre las piezas, cosa que suelo disfrutar. Sin darme cuenta, había dedicado tanto tiempo a mirar las piezas una y otra vez que, al voltearme hacia el vinilo de la entrada, había –¡otra vez!– cola para leer el texto curatorial que encabezaba el título Oxidación/reducción. Decidí ahorrarme la espera e irme a casa con el regusto de la incertidumbre.

Una semana después, en el conversatorio que moderaba Sharon Lerner en el auditorio del MALI, David explicó una serie de proyectos recientes que me ayudaron a poner en contexto lo que conocía de su trabajo por Internet. Llegado el turno de preguntas, una mujer del público se atrevió con la pregunta que todos nos veníamos guardando: "¿cuál es la conexión entre las piezas de la exposición?". Afortunadamente, David supo escabullir el spoiler con una contestación abierta que confirmó mi sospecha: las tres piezas presentes en la sala, no sólo fueron concebidas de forma independiente, sino que se han mostrado anteriormente junto a otras piezas y bajo el umbral de otros títulos de exposición. Para esta nueva configuración, David propone los procesos de oxidación como línea de interpretación. Pero luego hay una serie de elementos que se filtran a través de la pulcritud del trabajo de Zink Yi, como el complicado proceso de horneado por el que debe haber pasado ese calamar de cerámica, la curiosidad por saber qué hay alrededor de esos árboles en penumbra o el tendal que hay detrás del trompetista, que llevan la reflexión –y la especulación– más allá de la respiración, la fotosíntesis y la putrefacción.

Lugar: Museo de Arte de Lima, Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Lima.

Fechas: del 23 de marzo al 8 de julio

Horarios: De martes a domingo de 10:00 a 20:00 h. | Sábados hasta las 17:00 h. | Cerrado los lunes.

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Daniel Jacoby es artista visual y co-editor de Texto.


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