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Pablo Hare,

Monumentos [Pablo Hare]

Publicado: 2012-06-20

Una paloma mensajera de proporciones insospechadas, Adán y Eva (avergonzados ya de su desnudez), un Giganotosaurus y el Señor de Sipán. A primera vista, estos y otros improbables sujetos son los objetivos del fotógrafo Pablo Hare (Lima, 1972). A primera vista únicamente, porque un artista tan obsesivo y metódico como Hare retrata cuestiones más complejas que el surrealismo al que se aventuran los funcionarios municipales peruanos (puede verse "Huayre, Junín" para conocer el Parque de la Maca inaugurado en esa localidad).

No parece el caso de una fotografía que denuncia, al menos no en el sentido político/activista normalmente asociado a esta clase de actos. Por ejemplo, donde se pretenda delatar el ¿mal? uso del dinero público en la efigie de un niño abrazando, acaso ahorcando, un pelícano que chilla.

Pablo Hare,

Resalta, por ejemplo, que entre la selección de Hare, no se encuentre el escandaloso caso del Monumento a la Familia en Nuevo Chimbote, que se hizo conocido por haber tenido como modelos al propio alcalde de la ciudad, su mujer y sus hijos. Hare no está interesado en esa postura desde la fotografía. Tampoco puede hablarse en su caso de un interés fotoperiodístico: la meticulosidad de sus encuadres y la clase de equipo tecnológico que utiliza (analógico, por cierto) lo alejan del género. Tal vez pueda hablarse de una curiosidad por los parámetros de belleza contemporáneos en sus viajes alrededor del país, una búsqueda de alguna manera similar a la llevada a cabo en Estados Unidos y Europa por la pareja de esposos Becher, quienes organizaban fotos de arquitectura industrial en función a los parámetros formales de su construcción, dotando a los objetos retratados de una cualidad monumental nunca antes advertida.

"Monumentos" de Pablo Hare estudia, obviamente, estos objetos, pero el título tiene más de lo que enseña, porque a este subyace la reflexión sobre el espacio público que documenta. ¿Cómo y quiénes construyen los espacios públicos?, ¿para qué están hechos? y ¿cómo los utilizamos? son algunas de las preguntas que los retratos plantean. Hare casi transcribe con el lente, sin alterar ni caricaturizar, es tan objetivo como su oficio le permite: la asepsia de la presentación pasa por alto lo claramente irónicas que resultan las imágenes. Y es que la sátira no es el punto, o al menos no el punto central.

Pablo Hare,

Más que una etnografía sobre "los otros", cuyos lenguajes puestos en evidencia quedan ridiculizados en el ojo espectador, se trata de un planteamiento político sobre los usos de lo público, donde lo común rebalsa lo particular. Tal es el espacio público, al que Hannah Arendt llamaba espacio de aparición, que definía como "donde quiera que los hombres estén juntos en forma de discurso y acción" (La condición humana). Según ella, donde haya seres humanos, existe un potencial espacio público, pero no basta de la presencia humana; este requiere de acción humana para ser tal. Es decir, requiere de su uso público, del debate y del poder del ciudadano ejercidos en un espacio geográfico. En esta cuestión decisiva de la comunidad, y no tanto en la imagen de un Señor de Sipán que se confunde con un integrante de Locomía, está buena parte de la potencia de Hare: ¿qué hacemos los peruanos con nuestro espacio público?, ¿cómo estamos moldeando la polis y a nosotros mismos?

Pablo Hare,

Hasta ahí, una posible lectura, pero Hare ofrece más. Tanto la colección personal de postales del artista (colocada con pulcritud en una vitrina al centro de la sala) como el video "Monumentos" enriquecen la visita a la muestra. Las postales son una versión "express" o prefabricada de las fotos en la sala: representan monumentos disparatados, tales como los retratados por él, pero alrededor del mundo. Gigantescas cabezas de Marx, patos en pleno vuelo, arquitectura soviética, etc.

Pablo Hare,

Por otro lado, el video es una recopilación de registros periodísticos y aficionados sobre el derrocamiento de líderes... o con más precisión, del derrocamiento de sus monumentos. Cuerpos de bronce arrancados con grúas, enormes brazos destruidos a pulso de martillos y rabia por las hordas enrojecidas, así como banderas rumanas con el escudo representante de la tiranía perforado. En una palabra: revolución.  Asistimos a una época de la destrucción de muchas ideologías, pero Hare nos recuerda al mismo tiempo el inmenso valor del símbolo de estas: ¿qué arrancaban los rumanos de sus banderas en las plazas de Timisoara durante la revolución del 89? Sin duda, más que un pedazo de tela. Ceausescu, el ex dictador rumano, lo debe haber sentido al ser ejecutado tras un juicio que duró apenas algunos minutos, inmediatamente después de su huída del poder.

Encontramos, entonces, una nueva dimensión en el trabajo de Hare, cuyos proyectos anteriores, sobre todo los desarrollados con Philippe Gruenberg (Residencial San Felipe y Lima 01) ya se habían centrado en la concepción y evolución del espacio público como lugar de acción. La cuestión gira en torno a dónde está el límite de la representación del símbolo y su relación con el sujeto. No todo está en el coraje del gesto por sí mismo, sea o no sea artístico (parafraseando a Freud, el gesto es aquello que contamos de él); por el contrario, es la disección de la imagen la que permite su revelación. Ahí triunfa Hare.

Bandera rumana usada en las protestas de la Revolución de 1989. Fuente: Wikimedia.

Lugar: Revolver Galería, General Recavarren 298, Miraflores.

Fechas: del 7 de junio al 7 de julio

Reinauguración/fiesta: jueves 21 de julio

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Juan Luis Balarezo es editor de Algo Pasa.


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